El cronista parroquial de Agua Viva, municipio Palavecino del estado Lara, José Luis Sotillo, ofrece un merecido homenaje a Orlando Fernández Medina, visionario y pilar de la democracia.
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Orlando en Agua Viva, visita a la familia Rodríguez. |
El silencio tiene un peso distinto cuando quien calla es la voz que durante décadas fue sinónimo de lucha, de memoria y canto. Con la partida de Orlando Fernández Medina, el estado Lara no solo perdió a un exgobernador; perdió a un cantor. Y cuando el cantor se calla, queda un eco que se entrelaza con el rumor del viento entre sus paisajes y el zumbido lejano de una radio que aún parece sintonizar su frecuencia.
Su vida fue, desde el principio, una crónica viviente. No surgió de los escritorios pulidos ni de las cúpulas partidistas. Orlando Fernández Medina brotó, firme y tenaz, de la tierra caliente y del sudor de los sindicatos cañeros. Allí, él encontró su primera trinchera: la lucha social. Su voz, que después se haría familiar en toda la región Centro Occidental a través de la radio.
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Orlando Fernández dedicó los últimos años de su vida a defender la democracia. |
Esa voz, templada en el fragor de las luchas y reivindicaciones, no podía contenerse. Encontró en el micrófono una herramienta natural de su oportuna acción. Locutor de raza y periodista de corazón, no se conformó con informar; fundó, creó, militó. Fue de los visionarios que dio vida a la Asociación Venezolana de Periodismo, convencido de que la palabra era un pilar de la democracia. Y en su espíritu inquieto, también en una ocasión abrazó la causa del Frente Nacional Democrático del recordado intelectual Arturo Uslar Pietri, buscando siempre un cauce para sus ideales de justicia.
La huella en la política: Un socialismo democrático con acento local
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Orlando fue un servidor público. |
Su trayectoria política fue un río que fluyó, a veces por cauces distintos, pero siempre hacia el mismo mar: el servicio a su gente. Se desliga por un instante del MAS; pero con el liderazgo siempre plantado en la fuerza del pueblo, saliendo electo diputado a la Asamblea Legislativa con el apoyo del MIR, representando al Estado Lara. Así ascendió a diputado en dos ocasiones esta vez con el MAS al Congreso Nacional, luego a Senador de la República. Cada escaño, cada curul, fue una promesa cumplida al servicio social.
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Luego, el culmen de una entrega: la Gobernación de Lara. Desde ese despacho, el luchador social, el locutor, el periodista, tenía ahora la responsabilidad de traducir toda esa historia en obras, en gestión, en gobierno. Gobernó con el mismo verbo llano y directo con el que se dirigía a su audiencia radial.
El regreso a las raíces: El cantor y su último programa
Pero los escenarios del poder formal nunca pudieron alejarlo del todo de su verdadera pasión: la comunicación. En sus últimos años, hubo un regreso a los orígenes, un círculo que se cerraba con belleza y coherencia. Desde los estudios de Radio Cristal AM 610, su voz, ya madura, cargada de la sabiduría de los años y de la experiencia de tantas batallas, volvió a encontrarse con su pueblo en su programa “Si se Calla el Cantor”; además de haber creado su propia estructura política con las iniciales de su nombre OFM.
El nombre no era casual. Era un guiño a la canción de protesta, a la memoria, a la idea de que la voz de un pueblo no debe extinguirse. Ya en la emisora, Orlando no era el exgobernador; era el compañero, el locutor de siempre, el analista sagaz, el hombre que seguía velando, desde la trinchera de las ondas hertzianas, por los intereses de los de abajo.
Por eso, su partida no es un simple silencio. Es un vacío que habla. Es el micrófono apagado en el estudio de la 610 AM, la silla vacía desde donde nos contaba las historias, la firma que falta a la opinión.
Hoy, Lara está de luto. Los cañaverales se mecen en homenaje, y el dial de la memoria sintoniza, para siempre, su programa más célebre. Porque, aunque el cantor se haya callado, su canto —hecho de lucha, de palabra y de entrega— queda resonando en el corazón de la tierra que tanto amó. Orlando Fernández Medina no se ha ido; se ha transformado en esa canción que el pueblo larense no dejará de tararear.
José Luis Sotillo j.
@aguavivajose
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