El complejo refinador más grande de América Latina no ofrece soluciones al colapso de los servicios, el desempleo y la pobreza.
En los municipios Carirubana, Falcón y Los Taques del estado Falcón, denuncian que los sectores productivos del comercio, turismo e industria, integrados a la Zona Económica Especial, registran una considerable disminución de sus actividades e inversiones que impactan negativamente en los programas de desarrollo regional.
El deterioro de los servicios públicos es evidente. El agua potable es suministrada a través de programas de racionamientos, mientras que la planta desalinizadora instalada en Punta Cardón dejó de funcionar hace dos años. Hoy, solo quedan tuberías oxidadas como rastro de aquella significativa inversión.
El panorama se agrava con calles destruidas, constantes fallas del servicio eléctrico, aguas servidas en las playas y una planta de bombeo paralizada desde hace ocho años. La decadencia también alcanzó los espacios comunitarios: el estadio Antonio Evaristo Arcaya, activo durante 63 años, colapsó en 2007 y jamás fue rehabilitado. En Las Piedras, el mirador turístico de Pdvsa está en ruinas y el muelle pesquero permanece inoperativo.
Los sectores populares que se formaron junto a las refinerías Amuay y Cardón en la Península de Paraguaná, sobreviven entre derrames petroleros, aguas negras y un abandono estatal que contrasta con la promesa "de un mejor futuro para el pueblo".
El gobernador de Falcón Víctor Clark enfatizó que Paraguaná tiene un potencial geográfico y productivo que impactará en la diversidad económica no rentista. "Tenemos el Centro Refinador de Paraguaná y los otros regímenes económicos que colocan a Paraguaná como un nuevo escenario que se abre al Caribe”.
Los habitantes de Punta Cardón y Las Piedras, en Punto Fijo, estado Falcón, denuncian que a escasos metros de las refinerías de Amuay y Cardón, parte del imponente Complejo Refinador de Paraguaná (CRP) —uno de los más grandes de Venezuela y de América Latina—, estas comunidades viven en el abandono y lejos de los beneficios de los programas de desarrollo.
Hace dos décadas, los vecinos recuerdan que la estatal petrolera ofrecía créditos para motores y embarcaciones de pesca, ejecutaba obras de infraestructura, garantizaba suministro continuo de agua potable, organizaba jornadas de salud e indemnizaba a los pescadores afectados por los derrames. Hoy, ese vínculo prácticamente desapareció.
Derrames en el Golfete de Coro
Los registros comunitarios son contundentes: más de 80 derrames de crudo y gas han golpeado la pesca artesanal en el Golfete de Coro. El impacto ambiental redujo la presencia de especies clave como lisa, jurel, carite, rey y merluza, poniendo en jaque a cientos de familias que dependen del mar.
Destacan que la situación es crítica: “Antes, con 50 kilos de pescado podíamos mantener el hogar. Ahora necesitamos 500 kilos para sobrevivir, y aun así no alcanza”, denuncia Josué González, pescador de Punta Cardón. Además, muchas capturas llegan impregnadas de petróleo, obligando a salir cada vez más lejos, hacia Los Taques y Falcón, para intentar salvar la faena.
Exigen justicia
“Dicen que Pdvsa es del pueblo, pero no es así. Lo poco que llega es por el gobierno regional o municipal”, lamenta el pescador Emilio José Zavala.
Luis Manuel Cambero, vecino del sector, resume la frustración: “Vivimos frente a la refinería más grande del país, pero es como si no existiera para nosotros. Ni siquiera las bolsas de alimentos subsidiados (CLAP) o el gas doméstico llegan con regularidad”.
La Asociación Civil Medianálisis ofrece un amplio reportaje del equipo periodístico de Cotejo.info que revela el contraste brutal: mientras el Complejo Refinador de Paraguaná brilla como emblema de la industria petrolera venezolana, las comunidades vecinas sobreviven en el abandono gubernamental.
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